viernes, 25 de mayo de 2012

Sobre mi escapada a las Islas

(La del Twitter impresiona más...)

Sé que dije que mantendría el blog. Sé que he incumplido la promesa, como tantas y tantas otras. Pero bueno, ya se va acabando mi Erasmus en París, y supongo que con el verano podré recuperar alguna de las fantásticas experiencias que he podido vivir aquí al norte. Empiezo a revivir este blog a petición de Inakinen, que me pedía por Twitter que contara como me fue el pasado fin de semana. Ojo tocho.

Para el que no haya visto mi Twitter (cosa comprensible esta semana, si es que os habéis decidido por un más que merecido unfollow), el pasado finde tuve la oprtunidad de escaparme a Brands Hatch a ver el DTM, la F3 Euroseries y la NASCAR Racecar Euroseries, entre otras categorías soporte.

Empecemos por lo importante, el dinero. Si sabes organizarte, como todo, el viaje te puede salir tirado de precio. Comprado la misma semana del viaje, el billete de bus París-Londres ida y vuelta costaba apenas 70€. Lo problemático llega con el alojamiento en Londres, que hay que reservar con mucha antelación. En mi caso, tuve que terminar pagando 75€ por dos noches en un albergue cercano a London Victoria. Igualmente, no pude ahorrar lo que debía en las entradas. Ver automovilismo en el Reino Unido es caro si no compras de forma adelantada por internet: 15 libras la entrada el sábado, 35 el domingo y 12 el paddock. Casi ochenta euros en entradas, vaya. Pero sarna con gusto... me empuja a hacer dieta en las próximas semanas.

Pasemos al relato de viaje. Con lo tarde que me decidí a emprender este viaje, no me quedó más remedio que coger un bus la noche del viernes para así llegar directamente el sábado por la mañana a Brands Hatch y ahorrarme una noche de hotel. El bus salía a las 21:30 de la horrorosa estación de autobuses de Gallieni, debiendo estar una hora antes para la facturación. A pesar de ello, salí con aún más adelanto para intentar encontrar un adaptador para los enchufes británicos, algo que se convirtió en un calvario hasta el último minuto, cuando encontré uno universal en el Auchan por 15€... Para usarlo una única vez duele, pero bueno.

El bus, curiosamente con matrícula española, iba medio vacío, lo que me permitía tener espacio de sobra para mis piernas, la mochila y, sobre todo, el portátil para aprovechar la red wifi gratuita que ofrece Eurolines en este trayecto. Obviamente, el trayecto no es directo. Se hacen tres horas en bus hasta Calais, donde pasada la medianoche te obligan a pasar el control de pasaportes, y volver a subir al bus a esperar una hora hasta embarcar en el ferry... para volver a bajarte imperativamente durante la hora y media de travesía del Canal de la Mancha. Al menos lo pude aprovechar para echar una siestecita (interrumpida por constantes avisos del cierre de la tienda de alcohol y tabaco libres de impuestos...) y cargar el portátil. Salida del puerto de Dover rápida, con la agradable sorpresa de pasar junto al circuito de rallycross de Lydden Hill, y en hora y media nos plantamos en Londres.

Con una hora de adelanto sobre el horario previsto (aún contando con el cambio de hora), y a pesar de que ya era claramente de día, cuando llegué a la estación de London Victoria aquello parecía aún una ciudad dormida. Eso me dio margen para sacar los billetes de tren previamente reservados por Internet (casi nueve libras I/V, cada día), equivocarme de andén, del cual sólo pude salir gracias a la piedad de un controlador que se pispó de que era extranjero, y mirar uno a uno cada andén hasta encontrar que el primer tren a Swanley (una de las localidades más cercanas a Brands Hatch) no salía hasta pasadas las seis de la mañana.

En realidad, el tren no acaba en Swanley, sino que va hasta Ashford International (una parada del Eurostar, conocida por su inmenso outlet de primeras marcas, al que ya fui cuando pasé un mes en un internado para españolitos pijos en Hastings, en 2005 y 2006), y hay que tener en cuenta las múltiples compañías de tren que operan en el Reino Unido. En este caso el tren era de la Southern Eastern. Otro tema a tener presente si os apetece un día ir a Brands Hatch, es que la parada de tren a la que vayáis tenga parada de taxis: Swanley no es la más cercana al circuito, pero Eynsford no tiene taxis, por lo que bajando en la primera os ahorraréis sustos (no hay autobuses los domingos, y están contados los sábados).

El tren duró apenas media hora, en la que una vez más tampoco pude dormir, en esta ocasión debido a un par de borrachos que volvían de su farra londinense... No hubo problemas para coger el taxi, y tras pagar quince libras, me planté a las puertas de Brands Hatch. ¿Única pega? Cuando me bajé del taxi, los vigilantes me preguntaron que si sabía que las puertas no se abrían hasta las ocho... eran las 6:40 de la mañana aún. Al menos pude disfrutar del desfile de furgos con mecánicos y pilotos sobre scooters previo a cualquier carrera.

Después de hora y media preguntándome qué coño hacía yo allí, y pasando un frío del carajo a pesar de llevarme un buen chaquetón, las puertas por fin se abrieron, pude comprar mi entrada y acceder al circuito, donde tardé apenas 25 metros en toparme con una cara conocida: Carlos Castellá, que junto a Mariano Molina se dirigían al hospitality de Audi. Sólo puedo darles las gracias una y otra vez por prestarme un pase con el que, no sólo me invitaron a desayunar, sino que Carlos me llevó al pitlane durante el warm up a ver cambios de neumáticos (de ahí la foto de perfil en Twitter), antes de que un amable señor de ITR me echase con razón, y me acompañó durante buena parte de la sesión, antes de tener que ocuparse de alguna que otra reunión.

Por suerte, pasé poco tiempo solo (que aproveché para visitar por primera vez el paddock de otras categorías, donde me crucé con Carlos Sainz padre), pues ya había quedado con Óscar García (otro al que tengo que dar las gracias publicamente, pues me ayudó a montar todo el viaje), que llegaría sobre las diez de la mañana y al que no tuve problemas en encontrar pasado Paddock Hill, donde nos vimos la primera carrera de Fórmula 3 Euroseries, para luego acercarnos de nuevo a Audi, ya que Óscar también había quedado con Carlos.

A partir de la qualy del DTM, decidimos quedarnos en la última curva del circuito, probablemente no la zona más complicada de Brands Hatch, pero donde te podías sentar al haber pendiente y ver gran parte del trazado. Sobre las carreras, destacar la pena que daban las “leyendas” de la Scirocco, el caos de la Lotus Cup UK, donde no se sabía cuándo ni cómo se había dado la salida, y por supuesto el sonido de los coches de la Racecar Euroseries, donde el sábado pudimos ver a Ander Vilariño llevarse el triunfo tras hacerse hueco en un bonito duelo con el francés Thiévin. También tuvimos la segunda carrera de la F3 Euroseries, donde al ser la última carrera “importante” del día, me atreví a sacar una bandera... que bien me podía haber metido por el culo, visto cómo les fue el fin de semana a Dani Juncadella y Carlos Sainz. Mira que odio sacar la bandera, y el patriotismo barato, pero dada la cantidad de compatriotas (especialmente en pista, pero también, y de forma sorprendente y agradable, en las gradas y pelouse) y el ir a un circuito extranjero, me animé... y me da que tras Le Mans irá directa a la basura.

Tras una vuelta por las tiendas de Brands Hatch y el paddock de otras categorías, Carlos Castellá pudo liberarse un rato para tomarse algo con Óscar y conmigo, antes del “famoso” partido de fútbol, que aproveché para coger el tren hacia Londres, después de que Óscar me hiciera de taxista hasta Swanley.

Las peripecias en el albergue darían para una única entrada, pero como éste no deja de ser un blog personal, allá que van: tras perderme por Victoria, y preguntar a tres viandantes, al fin llegué al White Ferry, un pub con albergue en sus plantas superiores y evidentemente atestado por el fútbol. A pesar de ello logré hacerme hueco para que una chica me explicara cómo llegar hasta mi habitación tras introducir dos códigos en candados distintos... y encontrar con que la cama que me habían asignado en una habitación con ocho chicas era además la más alta de una litera de tres. Para quien no me conozca, supero holgadamente los cien kilos y como comprenderéis, tras un día entero de viajes y patearme un circuito, me derrumbé tanto por el acojone de que la litera no aguantara mi peso como por el pudor de espantar a mis compañeras por el hedor que desprendía tanto yo como toda mi ropa.

Un trago y dos goles después, me armé de valor para intentar decirle a la chica del pub que no me sentía seguro (en lo alto de la litera). Entre que estoy sordo, que el ruido del pub era ya insoportable y que el inglés no es lo mío, hice que tuviera que repetirme varias veces sus respuestas, hasta que se cansó y terminó hablándome en español: como es habitual en Londres, trabajaba en el pub para aprender inglés, y aunque me comprendía y se compadecía, no podía hacer nada para cambiarme de cama. Sobre la higiene, al final tocó rascarse el bolsillo, comprar una toalla con la que darme al menos una ducha, y tras la misma, subir con cautela la escalerilla de la litera y evitar moverme lo más mínimo en toda la noche. La imagen de un tío de 1'90 cual insecto-palo, portátil en una mano y dos móviles en la otra para evitar robos, durante nueve horas por miedo a matar por aplastamiento a dos chicas debió ser digna de foto ahora que lo pienso, pero fue de lo más angustioso.

Claro que lo peor fue el despertar. Acojonado, no me atreví ni a darme la vuelta para bajar de forma normal la escalerilla, saltando desde todo lo alto y enganchándome la mano derecha en la barra de metal. Afortunadamente sólo me hice un par de cortes en el pulgar. Sin desayunar, me puse directamente en marcha hacia London Victoria, donde coger una vez más el tren hacia Swanley. Una vez allí, y cuando ya estaba en el taxi, dos chicos me preguntaron que si podían compartir el taxi. Acepté, me preguntaron que de dónde venía, algunas cosas sobre cómo estaba montado el evento, y cuando al fin llegamos al circuito (está a unos cuatro o cinco kilómetros), terminaron invitándome al taxi. Dudo que me lean, pero otros a los que debo agradecer su ayuda.

Con Castellá obviamente liado el domingo y Óscar llegando más tarde al circuito al venir desde Milton Keynes, decidí aprovechar la mañana para hacer las debidas compras. Brands Hatch posee varias tiendas permanentes, además de un par de tenderetes que montan los findes de carreras. Tras no atreverme a entrar en la librería especializada Chater's (tengo una mudanza que hacer en apenas un mes...), terminé comprándome una camiseta de Hesketh.


Claro que tras el Warm Up del DTM y la tercera carrera de la F3 Euroseries, que ví en Druids tal y como podéis comprobar en este vídeo, y ya junto a Óscar, volví a pasar por el paddock (donde pude saludar a José Ramón Galán, con quien ya hablé por teléfono alguna vez desde la redacción de GPA) y las tiendas y no me pude resistir al ver la gorra de Pedro de la Rosa en Arrows y algo aún más épico: una camiseta del Aston Martin AMR-One. Sí, el LMP1 de Aston Martin que el año pasado rodó en Le Mans a 25 segundos de la pole y sólo duró seis y cuatro vueltas. Como me decía Óscar, lo normal es que hubiera tenido el mismo final que los cartuchos del videojuego de E.T. para Atari... ¿Lograré que me la firmen en Le Mans sin recibir una paliza? Esa será otra historia.

Para la carrera del DTM, volvimos a optar por la pelouse de la última curva, desde donde se veía bien el caos con los doblados por lo complicado de acercarte a ellos antes de la recta de meta, y donde también vimos la salida de pista de Roberto Merhi en las últimas vueltas. Algo que me llamó la atención fue ver a Miguel Molina seguir, doblado, durante bastantes vueltas a su compañero Mike Rockenfeller. Probablemente fuera fortuito, pero en el warm up ya habían rodado “en tándem” durante un buen rato demostrando tener un ritmo inalcanzable para otros coches (Tambay se descolgó, como en carrera, por ejemplo). Al final buen séptimo puesto para Molina y 15º para Merhi.

Al terminar el DTM, decidimos dar la vuelta al circuito en el sentido contrario, pudiendo así hacerme una foto sobre el trazado largo (la que encabeza este post), hasta llegar a la salida de Druids, donde vimos algún golpe de los Lotus, y el espectacular duelo entre Ander Vilariño y Javi Villa en la carrera larga de la Racecar Euroseries. Se pasaron y repasaron, dejándose bastante chapa por el camino, pero quedó muy espectacular: sin duda la mejor carrera del fin de semana.

Para terminar, nos colocamos frente al podio, en plena recta de meta, para ver las últimas carreras del día, los Lotus británicos (había dos certámenes Lotus, uno europeo donde todos los coches eran iguales y otro británico donde aceptaban cualquier cacharro), la Volkswagen Racing (también británica, y donde además de VW Golf, Polo, Jetta o Beetle, había un Seat León) y la Fórmula Ford, muy divertida de ver aunque con una parrilla bastante pobre donde se mezclaban los monoplazas viejos con los estrenados este año.

Tal y como ocurrió el sábado, Óscar, con quien hacía ya bastantes horas que hablaba de cualquier cosa menos de carreras, como suele ocurrir cuando “desvirtualizo” a foreros y twitteros, me hizo el favor de acercarme hasta Swanley. Allí, además de encontrarme con comisarios y aficionados, creo que también había un par de periodistas españoles... pero ante la duda (soy un desastre para los nombres) y por precaución (que he faltado más de lo que debía en este mismo blog) preferí ignorarlos...

La segunda noche en el albergue fue mucho más plácida, a pesar de seguir en la misma cama y de abrirme de nuevo las heridas a la mañana siguiente, y el único percance en el regreso a casa fue no tener Wifi en el bus... ¡Ahora sólo me falta pensar cómo comer el resto del mes si quiero ir a la jornada de test de Le Mans!

P.S: Muy recomendable, y no es por peloteo, la galería de fotos de Óscar. Gracias de nuevo.
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